Una bomba nuclear tiene muchos efectos. Destrucción inmediata por la onda expansiva, ser destruido por la ola de fuego que desencadena, morir por los efectos de las quemaduras o por lo de la radiación, etc. Pero uno de los efectos menos conocidos son los de las sombras nucleares.
Días después de los fatídicos acontecimientos de Hiroshima y Nagasaki, los supervivientes y las fuerzas del orden japonesas comenzaron a hacer batidas por las devastadas ciudades buscando algún resquicio de vida, pero lo único que hallaron allí fue muerte y destrucción. Miles de los cuerpos de los fallecidos habían desaparecido calcinados por el fuego. Otros se encontraban mutilados. Todo estaba destrozado.
Hubo algo que les llamó la atención y que se comprendió más adelante. En algunas paredes y carreteras, que no habían sido derrotadas por las bombas, aparecieron unas extrañas sombras, muchas de ellas de figuras humanas o de objetos cotidianos.
Esas sombras no eran otra cosa que las sombras de esos objetos que quedaron grabadas en paredes y suelos cuando las bombas provocaron que se alcanzase el millón de grados centígrados. Fue tal la temperatura y el haz de luz, que la impronta de los objetos quedó marcada. La radiación posterior favoreció que esas sombras tomasen un tono blanquecino.+
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