Con estas palabras ha presentado su dimisión Esperanza Aguirre, reconociendo por fin que la corrupción, interminable en las filas populares está dañando a los conservadores. No hay semana en la que no haya datos nuevos sobre algún robo propiciado por el PP, pero lo que nunca hay son dimisiones, por esa razón, la dimisión como presidenta del PP madrileño de Aguirre es noticia por sí solo independientemente del motivo.
Sobre el motivo, pues más de lo mismo; el goteo de casos de corrupción en los conservadores es patético y detestable. A este paso, los propios acusados van a colapsar la justicia que ellos mismos han intentado privatizar. Es rara la semana en la que no hay un registro de alguna sede, nuevos acusados o algún caso nuevo en el que el dinero de todos pasa a las manos de los de la gaviota, aunque lo que realmente a ellos les gusta es el tráfico de influencias y recibir comisiones ilegales para luego, a dedo, dar licencias públicas a los que previamente les habían untado. Un negocio perfecto hasta que alguien se va de la lengua o lo deja todo anotado en una libreta.
¿Cuántas libretas de eses nos faltan por conocer? La regla número uno del buen espía era no dejar huellas de sus movimentos, pero esta gente pensaba que apuntando las cosas a mano nunca iba a pasar nada. Decenas de tramas corruptas están saliendo a la luz, pero seguro que quedan muchas más de las que nada sabemos y quizás nunca sepamos.
El momento elegido por Esperanza no es mejor para su partido pues aunque haya vencido las elecciones nacionales, la credibilidad de los de Rajoy está cada vez peor y parece que nuevas alternativas políticas pueden acabar con llenar el espacio que a golpe de corrupción están dejando vacante los populares. Estoy convencido que si hoy hubiera nuevas elecciones, Rajoy conseguiría peores resultados que el 20D, pues la corrupción no ha cesado en su partido y los casos siguen saliendo sin demora.
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