Nos lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto venir .Nunca
pensamos en nuestra cobardía. El miedo nos impedía dar un paso más, pero
debíamos huir; lo necesitábamos. Abrí la vieja puerta del cobertizo en el
que estábamos ocultos, saqué de mi
bolsillo la linterna y pensé que como en casa no se está en ningún sitio.
Conseguimos dar pequeños pasos entre aquella espesa e inquietante niebla que no
hacía más que ahondar en el profundo pánico que sentíamos. Por fin cruzamos aquel eterno jardín dejando
atrás la tabla, el vaso y aquella casa a
la que nunca volví a mirar.
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