viernes, 8 de julio de 2016

El Mar Menor, una muerte anunciada.

Esto es algo que nos toca muy de cerca y no solo porque viva a 10 km de este mar, sino porque es algo que desde pequeño lo llevo oyendo y nadie ha hecho nada por remediarlo. La laguna salada más grande de España, espacio protegido por su biodiversidad, está al borde del colapso.


  Para ser honestos, siempre ha tenido problemas. Desde la proliferación de medusas que algunas veces hacían imposible el baño, hasta algunos problemas cuando las depuradoras fallaban y había vertidos fecales, pero lo de este año es ya de otra calaña. El agua está en un tono verde amarronado, con espuma y mal olor. A esto le unimos que los estudios de la Universidad de Murcia y la Consejería de Sanidad han desaconsejado el baño porque el número de algas tóxicas es mayor del que el mar es capaz de aceptar. El nivel de contaminación, por lo tanto, es máximo.

  Ese es el problema por tanto. Si a una laguna con poco movimiento de agua, con numerosos vertidos agrícolas y humanos, casi agotado por la sobreexplotación pesquera y maxificado poblacionalmente, le faltaba la proliferación de fitoplacton tóxico, que enturbia el agua y contamina al pescado. Un desastre.

 Sobre las causas, son todas y ninguna por sí sola. Parece ser que los problemas que siempre han sobrevolado la laguna han terminado por colapsar a la propia naturaleza. Por un lado están las ramblas, donde por acción del filtrado y del arrastre de las lluvias ( y eso que este año ha llovido una minucia) llegan al mar fertilizantes, salmuera y otros productos contaminantes, productos que en su mayoría son vertidos por los agricultores de la zona. Por otro lado, son los agricultores los que determinan que el causante de esta problemática son las depuradoras y los vertidos industriales y urbanos.

  Sea lo que fuere, el Mar Menor se muere y con ello parte del turismo de una región que vive de eso mismo. Tardando están, por tanto, en solucionar un problema que es de todos.

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