domingo, 22 de mayo de 2016

La dictadura de la hipocresía.

Vivir en un país donde durante la semana los políticos roban lo que pueden y luego el domingo copan los primeros bancos de la iglesia te hace acostumbrarte a vivir con cierta dosis diaria de hipocresía, pero siempre hay situaciones que te hacen acordarte que no deberíamos pasar ni una. En este caso ha sido el famoso suceso de las esteladas.

  Que conste que no estuve de acuerdo con la prohibición de las mismas por la delegada del gobierno de la Comunidad de Madrid, ni tampoco me alegré cuando un juez las permitió, pues creo que nunca se debieron prohibir pero es que un partido de fútbol no debe ser lugar para confrontación más allá de lo deportivo.
 Es verdad que, pese a no ser una bandera oficial, nadie debería prohibir su exhibición aun a pesar de ser de mal gusto para el resto de España, puesto que la libertad de expresión debería estar por encima de todo. El problema está en la reacción desmesurada de media España a esta medida. Que muchos catalanes nacionalistas echasen fuego por la boca era esperado, pero que tanta gente se rasgase las vestiduras es algo que no entiendo. No entiendo cuando insultan el castellano y nadie hace nada. No entiendo cuando pitan el himno, cuando queman bandera de España y cuando al tendero de la esquina le revientan el negocio por poner el cartel de la fruta en castellano. Cuando la Constitución, nos guste o no, dice que en todo edificio público no entiendo por qué se permite o permitimos que haya cientos de ayuntamientos que no la tienen, pero lo que no entiendo es por qué un adolescente de cualquier región española va a Cataluña a un colegio público y lo separan del resto de sus compañeros para que haga inmersión en catalán y les dé igual que el alumno pierda el curso,,,Por Dios, que estamos en el mismo país. Pues eso, eso es hipocresía, cargar contra la libertad de expresión por el tema de las banderas, pero tragar con todo lo que estamos tragando.

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