Posiblemente estemos ante una de las campañas por la presidencia estadounidense más mediáticas que se recuerdan, incluso me atrevería a decir que más que la de hace 8 años en la que se enfrentaron Barack Obama, actual presidente y John McCain, el veterano republicano que se quedó a casi diez millones de votos del primer presidente afroamericano de EEUU. Su famoso "yes we can" resonó en todos los rincones del mundo. Más que el enfrentamiento entre ambos candidatos, la expectación quedó patente por el morbo de ver a un hombre de color en el despacho oval de la Casa Blanca.
Las elecciones de esta noche son diferentes. La expectación no solo se ha levantado por la posibilidad de que una mujer alcance por primera vez la presidencia, que también, encarnada en la figura de la ex-primera dama Hillary Clinton, sino que enfrente tiene a un hombre extravagante, millonario y sin bagaje político, que a pesar de ser tachado de machista, xenófogo y maleducado, entre otros adjetivos poco afortunados, Donald Trump, ha conseguido arrastrar a una gran parte del electorado americano y tiene esperanzas de llegar a la presidencia.
Muchos americanos, quizás la mayoría de los que ya han votado o lo van a hacer a lo largo del día de hoy, están votando a la opción que ellos consideran menos mala, o por lo menos eso es lo que dicen las encuestas. Mal vamos si el país que se considera como el más democrático del mundo va a elegir a su todopoderoso presidente usando la opción del voto del miedo o lo menos malo. Mañana el resultado final.
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